Sí, chicas, sí. Aunque a veces lo neguemos (sobre todo delante de ellos), las mujeres nos pasamos la mayor parte del tiempo hablando de tíos, y quien diga lo contrario miente.
Cuando conoces a alguien. Tienes que contar a tus amigas la historia de cómo, cuándo y dónde os conocisteis, del tonteo que os traéis, del mensajito que te mandó anoche, del mensajito que le has mandado tú hace exactamente siete minutos y al que no te ha contestado, de que si ya está tardando en agregarte a Facebook, porque desde luego tú no piensas hacerlo y blablabla.
Cuando estás enamorada, más de lo mismo. Su nombre sale en todas las conversaciones, traten de lo que traten. Que si Fulanito por aquí, que si Fulanito por allá, Fulanito jamás me haría algo así, Fulanito es taaan romántico, Fulanito es taaan inteligente y guapo, blablabla. Por lo general, el perfecto de Fulanito acaba siendo un auténtico capullo que te parte el corazón y por cuya culpa, te creas una coraza que te impide conocer a otro hombre de forma natural y positiva.
Cuando estás atravesando una ruptura, hay varias opciones. Una, que te pases el día despotricando sobre él con tus amigas. Dos, que te consueles diciendo que todo pasa por alguna razón. Como diría Carrie Bradshaw, las personas que dicen eso, suelen ser mujeres, y estas mujeres suelen estar en proceso de superar una ruptura. Tres, que te vuelvas una mujer liberal y liberada (lo que muchos definirían como golfa), que confundas alegremente libertad con libertinaje y que hagas alarde de ello día y noche, para demostrar al mundo que estás encantada de estar sola. Cuatro, que te sumas en una profunda depresión, y que te pases las 24 horas del día intentando solucionar qué hiciste mal.
Cuando estás soltera se pueden dar dos casos. Que hagas jactancia de tu vida de soltera, repitiendo continuamente que no te apetece tener novio y que los hombres son ‘lo peorrrr’, o que te de por tener citas con diestro y siniestro con la esperanza de encontrar a Mr. Right.